AMÉRICALATINAHOY

ISSN: 1130-2887 - eISSN: 2340-4396

DOI: https://doi.org/10.14201/alh.

año 2021

agosto

vol 88

161

DOI 23659

Jamil Mahuad (2021). Así dolarizamos al Ecuador. 1062 págs. Bogotá: Ariel. ISBN: 978-958-42-9385-5.

Las experiencias de los políticos, narradas en primera persona, constituyen un material valioso para el análisis. Desafortunadamente, en América Latina son pocos los políticos que las ponen por escrito y menos aún los que combinan la descripción con el análisis riguroso de las decisiones que debieron tomar en el ejercicio del cargo. El libro en el que el expresidente ecuatoriano Jamil Mahuad aborda los temas críticos que debió enfrentar en su corto mandato (1968-2000) va en sentido contrario a esa tendencia predominante.

La firma de la paz con el Perú, el manejo de la crisis bancaria, el camino hacia la dolarización, el golpe de Estado que lo derrocó y los avatares de su situación jurídica son los temas críticos que aborda. Para el análisis –que, como es previsible, no puede separarse de su condición de actor central en todos esos episodios– utiliza inicialmente el recurso didáctico de sus clases en la Escuela Kennedy de Harvard. En un formato de diálogos socráticos con los estudiantes, va presentando la situación ecuatoriana del momento en que asumió la presidencia. Las preguntas y respuestas están orientadas a demostrar la estrechez del espacio en que debía moverse. La magnitud de los problemas económicos y la escasa disposición colaborativa de los actores políticos son los factores que destaca en ese primer acercamiento.

En la reseña y el análisis del proceso que concluyó con la firma de la paz con el Perú y que llevó a superar lo que el autor llama la «envenenada herencia», destaca la construcción de un acuerdo nacional. Para el lector queda claro que esa fue una tarea más difícil que la negociación con el vecino país. No solamente se trataba de un asunto que, acudiendo al término de E. P. Thompson, se lo podía considerar como «un bien moral», un tema sobre el que se asentó durante muchos años la identidad nacional, sino porque exigía romper la tradición de repudio a los acuerdos que caracteriza a la política ecuatoriana. El tratamiento de este tema es el preludio de los que vienen a continuación y que constituyen el núcleo del libro.

La decisión de adoptar el dólar como moneda nacional y el manejo de la crisis bancaria, que fue el antecedente inmediato para esa medida, ocupan la mayor cantidad de páginas del extenso volumen. Para tratarlos, acude a la descripción minuciosa de la manera en que se llegó a esa decisión. Esto le lleva, en primer lugar, a destacar los factores que convertían a la dolarización en la medida más adecuada para evitar la hiperinflación que amenazaba al país y para que el gobierno pudiera recuperar la conducción de la economía. En segundo lugar, destaca que esa medida no fue improvisada ni la tomó bajo la presión social y política, sino que fue el resultado de un trabajo realizado por el gobierno a lo largo de varios meses. Ambos argumentos confluyen en el objetivo general, que es la lucha contra el relato implantado en el país.

Ese relato, esa opinión predominante en Ecuador, destaca el congelamiento de los depósitos bancarios y la sustitución del impuesto a la renta por una tasa a las transacciones bancarias, con los respectivos efectos negativos. Es una visión en la que no tiene cabida la crisis que se venía arrastrando, ni la caída de los precios del petróleo o los costos producidos por el fenómeno de El Niño, mucho menos aspectos políticos, como los bloqueos en el Congreso. De esa manera, la dolarización es vista mayoritariamente como la medida desesperada de un gobierno que respondía a poderosos intereses económicos (fundamentalmente de los banqueros) y que, en el momento en que tomó la decisión de dolarizar la economía, presentaba una debilidad extrema y estaba acosado por las protestas sociales. Es un relato paradójico, que reconoce la dolarización como la medida económica más acertada de la historia reciente, pero rechaza a quien la tomó.

Obviamente, es poco probable –si no imposible– que un libro pueda cambiar una percepción que se ha arraigado durante más de veinte años. Sería iluso suponer que el expresidente se lo haya planteado de esa manera, pero sí constituye un hecho destacable que la lucha política se haga en el campo del relato. Este es un ámbito tan importante como el del Parlamento, el de las urnas o el de las calles. Por ello, cabe considerar este libro como el alegato de un actor político por la interpretación de la historia. Finalmente, es el lector quien podrá aceptar o rechazar los argumentos o, en el caso ideal –y por ello menos frecuente–, balancearlos y evitar la adscripción a un relato dominante.

Los libros escritos por políticos están destinados a provocar pasiones, y este no será la excepción. Es saludable que sea así, ya que, quiéranlo o no sus autores, fomentan la lucha en el campo de la interpretación. Es un lugar común decir que las sociedades se enriquecen cuando se confrontan opiniones, pero cabe repetirlo cuando en sociedades como la ecuatoriana se ha sustituido el debate por la creencia.

Simón Pachano

FLACSO Ecuador